sábado, 5 de febrero de 2011

The right to the city.

El derecho a la ciudad. Quizá como citadinos creamos tenerlo, pero ¿realmente tenemos derecho a la ciudad? La respuesta puede ser un simple sí, pues el sólo hecho de vivir en ella nos hace sentir sus propietarios, aunque realmente no seamos más que los habitantes de una ciudad huérfana o en todo caso una ciudad con cientos de padres y madres que la han dejado a la deriva, y ahora por sí misma se convierte en el cúmulo de todos los sueños y esperanzas de sus progenitores y aquellos que la han adoptado como recipiente de sus nuevas ilusiones, además de ser la respuesta a ellas. La ciudad se edifica entonces como el reflejo de los sueños del hombre, pero no responde al hombre como amo, padre o camarada, y no responde a él, no porque no quiera, sino más bien  porque nosotros mismos hemos delegado nuestro derecho a la ciudad, junto con nuestra soberanía. Sí, hemos perdido gran parte de nuestro derecho a la ciudad desde el momento en que votamos por otro que se encargará de velar por nuestros intereses y de saber cuáles son nuestras necesidades, pero ese otro puede traicionarnos o simplemente olvidarnos y actuar, no por los intereses de la mayoría, sino por los intereses que se ligan con sus sueños de Poder. Así, no es que un día el derecho a la ciudad se nos perdiera, es sólo que la ciudad nunca ha sido más nuestra que cuando soñamos con ella, cuando caminamos en ella, cuando nos convertimos en ella, pero también es la ciudad de todos y nadie, una ciudad rebelde que aveces es dominada y contenida por los otros y en otras veces es apapachada por ellos, pero nosotros, sus células hemos olvidado como exigir nuestro derecho a la ciudad y nos conformamos con decir que es nuestra, aunque nunca hayamos hecho nada por ella. 
  
La ciudad es nuestra porque aquí vivimos, es lo que creemos. Pero cuando las cosas son nuestras tenemos la libertad de hacer en ellas los cambios que nos plazcan y éste no es el caso. Cuando soñamos, nuestros sueños no son sólo nuestros, gran parte de las veces son sueños compartidos, proyecciones de necesidades colectivas... pero ¿Dónde está  la vía que nos permita el acceso a la reconstrucción continua de la ciudad?¿En dónde queda nuestra voz como habitantes de la ciudad? Los intereses de los otros, esos que nosotros elegimos o aquellos que dejaron de ser como nosotros para convertirse en cómplices de los que toman las decisiones de lo que se hará en nuestro hábitat citadino, pensando siempre en obtener cada vez más poder, son los que si tienen voz y voto en el hacer y deshacer en la ciudad, dejándonos a nosotros en una especie de desprotección ante sus deseos y la suerte de sueños de grandeza que puedan tener.

La ciudad se ha vuelto así en el instrumento perfecto para colocar capital y multiplicarlo, una y otra vez hasta agotar el binomio. Mientras que sus habitantes se convierten en la última preocupación, para aquellos que tienen la capacidad de decidir aunque sean ellos mismos -los habitantes- quienes hayan decidido a quién o no poner en esa privilegiada posición. ¿Vivimos entonces en ciudades que nos acogen o somos nosotros quienes acogemos ciudades aunque estás no sean buenas anfitrionas? Lo único que es notable, es que la ciudad en la que vivo -Ciudad de México- piensa en sus habitantes porque es el máximo laboratorio electoral del país, pero piensa en ellos como lo haría un padre de niños pequeños, dándoles un dulce para olvidar las cosas o respondiendo con mentiras a los cuestionamientos incómodos. Deberíamos quizá tomar nuestra voz, levantarla y pedir lo que necesitamos, deberíamos quizá, no sentirnos solos en una ciudad de 8,720,916  millones de habitantes y saber que estamos junto a 8 720 915 millones más, y no basta con entrar a un vagón de metro y reducir nuestro espacio vital a 30 cm cuádrados para poder estar unidos y saber que podemos contar el uno con el otro. Sólo tenemos que reconocernos como sociedad y recordar que tenemos el derecho a la ciudad, tanto como lo tienen los otros.



Reflexión basada en el texto "The right to the City" de David Harvey.


























1 comentario:

  1. Corrección "...Deberíamos quizá tomar nuestra VOS, levantarla y pedir lo que necesitamos..." debería ser VOZ. :(

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